SER PERSONA

19.06.2015 02:18

"Hoy me van a caer hostias, porque, básicamente, voy a decir lo que me da la gana".

Winston Churchill

 

El ser humano.

Ese ser increíble, capaz de subir cimas imposibles, de crear máquinas inmensas que desafían la ley de la gravedad, de curar males fulminantes, de salvar vidas - que mejor, oye, pues a veces no las salvara que no aportan nada-, de eternizar la juventud, de llegar a otro planeta y plantar una bandera aunque sea un montaje(que les importará mucho a los marcianos, que nunca vendrán, el mierda de trapo ése), de casarse y amar a hijos insoportables, de no dejarte salir del metro sin primero entrar, así te hagan una luxación en el hombro, te caigas a la vía y te trituren, de sacarse la chorra (en el mejor de los casos para mear) en mitad de la calle y tú que lo veas, de pasarse por alto todo tipo de colas así te vaya la vida en ello y a él no, de ir con "las largas" a cualquier hora y en cualquier carretera porque lo mandan sus cojones, amén que te dejen ciega y te estampes contra el árbol más cercano …

…Ah, ese ser maravilloso e increíblemente inteligente, que está pensando en cómo adelantarte en hora punta por una carretera nacional como reto personal mientras se hace una selfie de perfil que colgará de avatar en una red social donde será el puto amo, no sería humano si no fuera un ruin, miserable, hijo de puta y desconsiderado trepa, que patea cualquier cabeza con tal de salirse con la suya en todos los momentos dados.

Es en lo que pienso cuando alguien dice, con ganas de tocarse el pecho con la mano abierta: Soy muy humano. Ni que lo digas, sabandija.

El poder, esa cosa tan bonita que nos hace sentir tan fuertes, guapos e increíblemente lúcidos e ingeniosos, aunque seamos lo que probablemente somos, una mierda seca, nos mantiene con el vigor necesario para que los demás nos parezcan unos meros extras de esta súper producción que nos creemos que es nuestra vida (cuando es una cagarra de película húngara que apenas comentan 3 snobs que no se han enterado de nada) y pisotearlos cuando sea oportuno para nuestros intereses de súper vedettes.

De qué habríamos llegado hasta aquí (un lugar infecto donde todo está a punto de extinguirse, ojalá mañana), sin esa característica tan nuestra, tan persona, que es la ambición por ser los primeros, los únicos y los más especiales, para luego, oye, pudrirnos bajo tierra como el resto, con suerte después de que nos hayan ignorado esos preciosos hijos a los que hemos criado a imagen y semejanza como a torpes cuervos, para que nos saquen los ojos a la mínima que puedan - faltaría más -, pero que nos recuerden por haber sido la puta bomba, ellos y todos los que nos conocieron, que nos importaban un rábano en vida, por supuesto, y les dimos por culo todo lo que pudimos cuando nos aburríamos, que era muy a menudo.

Eso sí que tiene sentido.

Ir encogiendo almas por doquier para alcanzar un ego lo suficientemente grande que ni los gusanos se van a poder comer, porque no cabe ni en 100 nichos y porque sabe a escoria. ¿A que es bonito lo que digo?

A mí me encanta.

Me encanta pensar en qué cojones van a hacer algunos en el más allá con tanta reserva de narcisismo, tanta correción política y tanta forma sin fondo, que eso sí, favorece mucho, porque no ofende ni a una cucaracha. Esos que te dicen cómo de sumiso has de ser, cómo en la sombra has de estar, cuándo y cómo has de sonreír; esos que te lo dicen sin decírtelo por supuesto, que ni siquiera parece que lo sugieren, porque van clavándote lentamente chinchetas en el ánimo con mensajes subliminales hasta que sabes que te están diciendo “así no“, o esos que te hablan de sus logros y erudición para acabar la frase viniendo a decir que son muy humildes, son los que no te dejan salir del metro sin primero entrar, los que te plantan las largas así te mates, los que aman a hijos con nombres minimalistas que acabarán sacándose la chorra en cualquier instante para, con suerte, mear en tu puta cara.

Oh, valores. Cómo nos gusta esa palabra. Es muy importante aparentarlos para luego alcanzar cualquier objetivo a costa del resto, que suele traducirse en una carrera fallida, deprimente y llena de socavones por SER EL MEJOR, o creértelo, o mejor aún, lograr que se lo crean los demás, o lo que viene siendo, creer que se lo creen.

Angelicos.